domingo, 26 de diciembre de 2010

Visita al campus



Está usted entrando en Pánico. A su alrededor, una multitud huye en dirección opuesta a la suya.  Sus gritos son estremecedores, pero usted no les presta oídos ni ayuda.

La muchedumbre es presa del pánico.


Siga usted  paseando. Avance en silencio. Canturree algo como distracción. Quizá reconozca entre la masa alguna cara familiar que, sin detener su carrera, trate de convencerle para que se de usted media vuelta.


¿¡Has perdido la cabeza!?


Su solo pavor resultará convincente, pero la curiosidad podrá más.
Lejos de retroceder, progresará usted con mayor ligereza.


Pronto alcanzará su destino, el origen del Pánico, y se encontrará ante las puertas de nuestra facultad.


Con toda seguridad habrá de echarlas abajo.
Es probable que note un temblor en la estructura del majestuoso edificio.


En sus cimientos se esconde una bestia acorralada.


Y sabe que ha llegado su depredador.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

8Mi Diciembre 2010: Bajo sentencia

Tras largo tiempo sin saber de mi señor me decido a entrar en su estudio.
Nada me sorprende encontrar su cuerpo, junto a un cuaderno y su botella de ron, desmayado en el suelo. Se crió en una isla de piratas.
Su aspecto es lamentable, como si tres perras hubieran enterrado los huesos de un festín vikingo entre sus ropas y la alfombra. El cuaderno está abierto por la única página manuscrita. Se trata de un breve texto, una colección de máximas, tópicas aunque escritas en sus lenguas matrices; reconozco el sánscrito, el hebreo bíblico, varios dialectos griegos... Un servidor participa de la mayoría de los vicios como un señor y se le traducen inmediatamente:

Conócete a ti mismo
Sólo averiguarás que no sabes nada
Nada es lo que parece
Nada hay nuevo bajo el sol
Todo es vanidad
Todo fluye

Vive oculto
Sé libre


La lista resulta un poema prosaico, casi un sermón en prosa. El único elemento con una vaga sugerencia poética lo aporta la frase tachada con una línea. La tachadura actúa como un barniz sobre la triste hoja pero no impide su lectura.
Habría sido la misma sentencia que yo eliminara, pero su propósito me es oscuro.
Como suele decir mi señor, somos tan listos que logramos engañarnos a nosotros mismos.
Y tan tontos.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Casi la naturaleza de la vaca

la forma aforística de mis escritos ofrece una cierta dificultad; pero procede de que hoy no se toma esta forma en serio. Un aforismo cuya forja y cuño son lo que deben ser no está aún descifrado porque se le haya leído; muy lejos de eso, pues la "interpretación" entonces es cuando comienza, y hay un arte de la interpretación... Es verdad que, para elevar así la lectura a la altura de un arte, es preciso poseer ante todo una facultad, la que precisamente está hoy olvidada —por eso pasará aún mucho tiempo antes de que mis escritos sean legibles—, de una facultad que exigiría casi la naturaleza de una vaca

Friedrich Nietzsche



Aforismos y aforismos

Hay aforismos grabados en mi biblioteca a imitación de Montaigne y aforismos en mis espejos a imitación del silencio.


*
Se ha de aprender a reconocer el momento oportuno para traer a colación un aforismo. Éste no es uno de esos momentos.


*
Según el momento y el lugar, habrá aforismos que vayan o no vayan, pero siempre habrá aforismos que vuelvan de allí.


J25 Noviembre 2010

Uno lee por enésima vez a Platón o a Montaigne, a Gibbon o a Dante, lo que sea, y aunque en descargo lea a David Foster Wallace a Pynchon a Bellow a Lem o a Donald Barthelme, y lea y lea lecturas más inconfesables, la vida de Lazarillo una y otra vez, prospectos, pintadas, rostros, tatuajes, miradas, calendarios, siempre, siempre, se siente en el furgón de cola o como si se le hubiera escapado un vuelo. A años luz de los punteros láser y los coach de creación literaria.
Sucede casi siempre que lee a Platón.
Yo supongo que siente la soledad de revivir la antigüedad, idéntica en todo a llevar siglos de adelanto. Si le viera cruzar el Cuarto Distrito, le detendría a la sombra de las palmeras y señalaría como un poseso el libro que lleva en el bolsillo de la gabardina. El proceso es lento, sé que debería repetir la operación ene veces más una hasta sacarle una palabra, pero esa palabra valdría la pena. No tengo vergüenza ni lo que ustedes llaman dignidad. Llevo años siendo una caricatura de mí mismo y sonriendo sólo al espejo. Le gusta el jazz, el surf, los cómics, el billar, la esgrima de florete, el arte de cambiar continuamente de sentido. Es como una niña.
En cambio yo soy cínico como un gángster latinoamericano. No tenemos nada en común. Nuestra sociedad infringe toda ley y embaraza a la lógica. Si no me fuese simpático, le metería.
Si tuviésemos los mismos gustos hasta le robaría el bocadillo. Cada vez que nos cruzamos intercambiamos un imperceptible movimiento de barbilla; no lo repetimos si nos volvemos a encontrar en un mismo día. Con el resto de personas me llevo bien y echo unas risas, pero este hijo de puta tiene algo. Qué, no lo sé, algo. No he oído hablar antes de esta simpatía homicida, probablemente, un corolario del Stockholm syndrome.
Le observo en compañía de otras personas, tieso y como ausente, con su cara de cuerno.
Qué hijo puta, sólo a mí me sonríe.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Mi17 Noviembre 2010: Horas muertas



Se le echaban encima con ansia de devorar su último trabajo. Él era el barro sin pulir, un proyecto de estatua que cada día cubría con un viejo trapo humedecido diciéndose mañana corregiré tal o cual fallo. Los demás eran perfectos fantasmas. Un reducido círculo, en realidad más parecido a un trapecio, conocía sin embargo las líneas de este diario.
Aquí, sólo aquí, se permitía errar.


Mi señor era un maestro del error intermitente. Si nunca soplaron los vientos a su favor, supo siempre escorarse y ganar su derrota.
Inclasificable talento el de sacar la gamba.

Hoy, su humilde servidor, celebra con un vaso colmado de vino sus funerales. "El señor ha muerto", dicen sus labios (tintos de puro vino griego) con la misma convicción que el filólogo del martillo. "Muerto, no está".
Un servidor está harto de parir excusas a su ausencia.

Cualquier otra razón sonaría ridícula o inverosímil. Traslada a Perrault, a Dante, a Shinleqiunninni, escribe una novela qué sé yo; a horas tempranas puede vérsele en la cocina discutiendo con Montaigne y un sándwich mixto.
Sólo se muestra lúcido ante el segundo.

Hoy un servidor le buscó en el taller con ánimo de echarle un pulso.
Pero no lo encontró.

O
en esa casa no había señor, o no tenía pulso.


domingo, 7 de noviembre de 2010

Glosando refranes

"Arrímate a los buenos; quien a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija". Cuánto se infravaloran las malas compañías y las pieles curtidas al sol.


"No por mucho madrugar, amanece más temprano". Traduzco: un fracaso es un intento prematuro de éxito.


"A quien madruga, Dios le ayuda". Pero el pobre diablo sigue encomendándose al café.


"Valen cien refranes como cien verdades". Vale, una mentira como un templo.


"Cae más pronto un mentiroso que un cojo". Ése no es cojo, se lo hace.


"En el país de los ciegos, el tuerto es el rey". Lo creeré cuando lo vea.


"Perro viejo no aprende trucos nuevos", los inventa.

"Cuenta el milagro, pero no digas el santo; di el pecado, pero no el pecador". Hala así te los atribuyan.


"Cambiar de opinión es de sabios". Y de políticos.


Bueno, de políticos no.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Anónimos



Al
gún día nos veremos las caras con la terrible verdad de que todas las personas se piensan secretamente que son especiales y que el resto no tanto.


Quizá un verdadero lector lograra salvarse de esa terrible verdad; sentir gratitud hacia los grandes autores a veces inspira la sana determinación de no escribir una sola palabra.


Es fama que todos los lectores se piensan secretamente escritores en ciernes.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Filosofía clásica


Los filósofos coincidían en suprimir todas las pasiones. A eso conduce la pasión por la filosofía.



Cada vez que alguien comienza a hablar de El Ser, lo siento, pero me acuerdo de su madre.



Cuando los filósofos no saben de qué hablar, hablan de El Tiempo.

No importa su sentido, la vida parece unas veces larga y otras corta. Yo me aburro una eternidad y a ratos me lo paso bien. Sólo me gustaría conseguir alguna de esas cosas sobrio. 



La mayoría de los filósofos están familiarizados con la reducción al absurdo, sólo que ninguno lo reconoce.



Mis opiniones no valen un pimiento ni descubren ningún pastel; a simple vista se delatan como magdalenas adornadas con guindillas.



La improvisación es el arte de los desesperados, quienes no quieren pensar demasiado en lo que dicen. De pensárselo dos veces se darían cuenta de que todo es perfectible y pasarían la vida perfeccionando esta sola frase. Lo primero sólo requiere ingenio. Lo segundo... bueno, dejémoslo ahí.



"Quien avisa no es traidor". Tampoco avisa, amenaza.


La lógica es un juego que nos aburre a los tramposos. Si un cretense nos advierte sobre lo mentirosos que son todos los cretenses, no lo consideramos tanto una paradoja como un intento de cubrirse las espaldas.




Me indigna que me tomen en serio tanto como que me tomen a risa.  Yo no soy digno de comentario.




Es bastante normal que a un escritor no le satisfaga su propia obra, puesto que lo natural es que no le satisfaga enteramente ni una sola frase. Compadézcanle, lo verdaderamente extraordinario es que se permita satisfacer un solo silencio.





martes, 2 de noviembre de 2010

Palinodias

Incorregibilidad
¿No me tomo en serio a mí mismo, voy a tomarle a usted?


Arrepentimiento
Me arrepiento menos de haber tomado ciertos asuntos a broma que de cuanto llegué a tomarme en serio.


Actos de enmienda
Si me lo propusiera podria convertirme en alguien útil a la sociedad. Bastaría con convencerme de que la sociedad pudiera serme de alguna utilidad.

Escritor es aquella persona que sueña con una obra maestra que le confirme en su diletante vida; unos cuantos días de concentración para salvar una vida entera de disipación.
Responsabilizarse de sus actos
Si algún día encuentran mi cadáver sepan que ya nunca encontrarán a su asesino.

Autocompasión
Cualquiera puede hacerse rico, pobres de nosotros, a nuestra costa.

Me exijo más de lo que puedo dar y en general no me aprecio gran cosa. Soy mi propio jefe.

Algún día alguien descubrirá que soy un farsante. Entonces me tomarán en serio.



Ejemplaridad
Si tuviera hijos les daría ejemplo, pero ahora no me viene ninguno a la cabeza.

También Faulkner veía la sabiduría suprema en tener sueños lo bastante grandes como para no perderlos de vista mientras se persiguen. Por contra, mi suprema estupidez me dice que son los sueños los que nos persiguen a nosotros, y siempre son tan grandes que uno se termina perdiendo de vista a sí mismo.

domingo, 31 de octubre de 2010

Unos contra otros

El hombre es un lobo para el hombre, ¿y para usted?
*

Bien mirado, lo que está mal visto debiera observarse mejor.
*

Misántropos y pesimistas piensan que pensar mal aumenta su probabilidad de acierto. ¿Por qué no probarán a pensárselo mejor?
*

Le cambio esta molesta paja de mi ojo por esa magnífica viga del suyo.
*

Prefiero la compañía de los libros a la de las personas, salvo cuando deseo estar solo.
*
Tenía estilo. Se tomaba la crítica como un halago, y el insulto a risa.
*
El peor de los vicios es la procrastinación. Debo buscar su significado en el diccionario y encontrar un hueco para ponerle remedio.
*
¿Que yo soy narcisista?, ¡usted no sabe con quién está hablando!
*
Es cierto, vendería mis ideales al mejor postor. Pero jamás los cambiaría por otros.
*

jueves, 21 de octubre de 2010

Momentos estelares de la literatura (4)

La primera cita de Groucho; tenía doce años y setenta centavos:



Cuando descendimos del tranvía en Times Square, Lucy estaba encantadora, y yo muy guapo. Pero un granito de arena se había introducido en el engranaje. El granito de arena era un vendedor ambulante. Estaba instalado ante al teatro y vendía dulces de coco a cinco centavos la bolsa.

Fiel a su sexo, Lucy contempló al vendedor y murmuró que el dulce de coco era su golosina predilecta y que cuáles eran mis intenciones al respecto. Yo hice lo que todos los tontos han hecho en todas las épocas, cuando la belleza pide algo.



Julius Henry "Groucho" Marx, Groucho and Me (1959).

sábado, 16 de octubre de 2010

Castillo de naipes





La vida es como un castillo de naipes y yo vivo en la parte donde azota el viento.


Esta mañana he vuelto a hacer de emborronador de cuadernos en público. Escojo un tugurio vacío, pido un café, ¿que hace ruido?, pienso: mejor; si la tele prende a toda mecha lo más probable es que alcance el éxtasis.


Una sobremesa de viejos amigotes con puros y canas apuran los licores y los temas menos interesantes que puedan imaginarse. Un joven disfrazado de deportista se ofrece a acompañar a casa a la anciana que se acaba de beber todo el vino de La Esperanza. Su compañera le mira anhelante. La camarera, algo desdeñosa, le informa que todos los días sucede lo mismo.


Todos los días ocurre algo interesante. Se intenta sumar cada cartita con idéntico tiento, pero cada palmo ganado al cielo nos acerca un poco más al desmoronamiento. Esa vieja es una bala perdida, ya la conocemos; se colma de ira cuando el chico le ofrece el brazo. Para añadir confusión, el contenido de su bolso se desparrama por el suelo cuando buscaba calderilla decidida a marcharse. Habré visto la escena mil veces ¿por qué aún no sé dónde colocar la cámara?


Luego me quedo bobo con un spot publicitario. Algún día no tener televisión va a pasarme factura. De momento hace que me sienta como un anacoreta. Vivir al margen de los media puede convertirse en el moderno ascetismo. Dicen que se me nota, sobretodo por lo mal que llevo el blog. Que me hace parecer una especie de cascarrabias. A mí que me tengo por payaso.


Cómo explicarlo. Veo a ese humorista surciendo referencias televisivas que se esfumarán sin gloria y no logro sonsacarme ni siquiera la sonrisa que me suele suscitar la burla de los poderosos. Ninguno de esos cromos alberga el más mínimo poder. Pasarán, se caerán con todo el castillo, como los daguerrotipos que nuestros hijos señalarán como los signos de nuestra decrepitud. Es la fruta más perecedera, arrojada a la calle ya masticada. Algo tan horrendo que hay que cambiarlo cuanto antes, dijo Wilde, un placebo para el apetito de cambio.



Nos jugamos el futuro a una carta. El castillo es a todas luces perenne y ha tiempo que acaricia el firmamento. Basta con alongarnos y añadir callandito nuestra suerte. Lo demás es silencio, vida en suspense, contener la respiración. El castillo no amenaza más ruina que la nuestra.

jueves, 30 de septiembre de 2010

Primer boceto de curriculum vitae





Supón un interminable redoble de tambor, tal es vivir sin red.
Tener por experiencia algo de obrero y trapecista, pero ser esencialmente un técnico de efectos especiales y causas irreversibles.
Estar domiciliado bajo la carpa de un circo, tercera pirámide de libros a la izquierda.
Y admirar cada una de las virtudes persas, salvo la falacia.
A un visionario estos volúmenes podrían parecerle buena mercadería. Quien los examinara de cerca sabría que son mercancía defectuosa, y señalaría sus taras con bolígrafo rojo.
Cada libro está trazado por el hambre.
Lo atraviesan unas minúsculas galerías, excavadas a dentelladas por un insecto de sangre fría y carne aún más débil.
Sentía predilección por el vientre de algunas letras. Saciaba su hambre sin constancia, sin conciencia de estar construyendo una morada. Hoy su casa es un galimatías. Sin embargo, es incapaz de orientarse en ningún otro lugar.
Considera oscura la luz del día y marea en las líneas rectas.
El sostén de su risa (un victoria´s secret) es de la misma talla que el consuelo de su especie: una larga esperanza de vida para una vida exasperantemente corta.
No muda nunca de piel, como esos gusanos aspirantes a mariposa. 
Por su modo de eludir la taxonomía le contamos entre el escarabajo checo y el escarabeo egipcio, un continuo llegar a ser [j·p·r; y·h·w·h] enunciado cada vez en voz más alta, incrédula y litánica.
Se comunica en algunas lenguas vivas pero hace el amor a las muertas.
Padeció la cruz de la sedición, elaboró una teoría de la seducción, no conduce.
Fundó una ciencia de los sueños que los desdibuja y describe.
Le gusta sonar la flauta, los matasuegras y las serpientes.
Cobra por corregir estilos mellados mientras sigue el suyo sin corrección.
Atestigua únicamente escasos segundos de experiencia, rayanos en el delirio.
Carece de títulos y voluntad.
Se presenta en traje de chaqueta y cascabeles.
Es adicto al juego perdido y a la palabra dada.
Se ofrece para cualquier tarea vergonzante por módica cantidad y, con entusiasmo bucanero, por el mero afán de adornar sus solapas.
No adjunta foto, apenas modestia.


Sus señas, al dorso del papel, junto con sus santos.

jueves, 16 de septiembre de 2010

J16 Septiembre 2010: El Apocalipsis

"Plaza de los Derechos Humanos"
Serie: Apocalipsis en Las Palmas
Autor: Jorge Leal García



El señor y yo discutimos las reformas de este edificio, pero antes me ha enviado al videoclub a por dos horas en blanco.


¿Alguna nueva sobre el Fin del Mundo?, le pregunto al chico con aspecto de enterado.
Es oficial: nos pirra el Apocalipsis.


Si se presenta la ocasión y el planeta conoce su holocausto, la escena merecerá el favor del público.

La rabia proselitista de las sectas debe al tema toda su fortuna. La inminencia del fin agiliza el contrabando espiritual; una idea a la que no nos acostumbramos o que no acertamos a combatir.


La literatura le agradece un género menor, popular a la par que clásico, la escatología.

Sus virtudes son todas usurpaciones: la articulación admonitoria de los hallazgos de la mística, el refundido grotesco de imágenes mitológicas, la glosa alegórica, el hermetismo numérico...

Sin embargo, el poeta Leopoldo María Panero lo considera el único género que goza de alguna salud.


El asunto es viejo aunque siempre suena a último grito. Un grito mitad estertor triunfante mitad amenaza desesperada del moralismo bandolero.


Su momento se avecina cuando los justos se conforman con una suculenta y morbosa recompensa: el castigo para los impíos.
Lo cual ocurre cada equis tiempo, coincidiendo con fechas redondas y situaciones puntiagudas.


Al final, ya se sabe, no ocurre nada, ni siquiera le procura el descrédito al profeta de turno.
¿Por qué nos atrae tanto, qué nos aporta?

Algunas fascinaciones sólo sobreviven en el Libro de Enoc, gracias a la lectura etíope.

A su lado, el Apocalipsis de Juan, la epístola forward de un exiliado resentido (el paradigma del género), se revela como una pieza sobrevalorada amén que tremebunda, tan molesta a la liturgia como spinoza a la teología.


La cima natural de la especie, aunque algo oblicua, es el Dante del Infierno.


Cuenta con un populoso club de fans adolescente y se considera casi unánimemente lo mejor de la Divina Commedia (otra obra del exilio).
La parte que se postula por el todo.


Nadie tiene una palabra amable para el Purgatorio, tan familiar. Un germen de lo que se oye llamar novela de artistas, que se deja leer como un "who is who" y a veces no es sino eso, un paseo por el saloncito de la fama del propio Dante; un Dante fruidor (un hermano pánico), que va señalando artistas y perdonando sus paganías hasta parecer un buen tipo y no la zorra vengativa del infierno.


Los eruditos dantólogos (mi señor a la cabeza) requeteafirman que, si yo tuviera cojones, debería reconocer la superioridad del Paradiso.

El reto no nubla el encanto (el dolce color d'orïental zaffiro) de los versos del purgatorio y siempre que tengo ocasión, y aun sin venir a cuento, los pongo sobre la mesa.

Antes de morir habré de trasladarlos al español (quizá al catalán).

Malgasté mi juventud en la épica y la barbarie. De ahí me viene, supongo, esta predilección por el subgénero cinematográfico de ciencia-ficción de ambientación post-apocalíptica.
Es, exactamente como suena, una tara.


La visión del cataclismo me retrotrae a mi infancia. Para mí no hay nada más emocionante que la posibilidad de retornar al cero tecnológico. Y hasta lo juzgo estimulante (creatio ab ovo, ab nihil, ab origine).

La Pretecnología es una asignatura pánica.

Es como entullarse a croquetas de la abuela, memoria gastronómica. No obstante todo tiene un límite y el mío han sido las últimas dos tazas.

La primera: la novela a sorbitos The Road, de Cormac McCarthy, que me fue servida por Harold Bloom, Diego Gándara y Víctor Álamo de la Rosa, quienes ya me la pagarán.


La segunda: la peli que me encasquetó el chico del videoclub, que no es la adaptación cinematográfica de la novela anterior aunque le va como un guante.


Un film arriesgado, sin guión. A primera vista parece un atentado bomba contra las carreras del actor Gary Oldman y el legionario Tito Pullo.


En el revés de la carátula se lee una apasionante sinopsis de la historia.


El protagonista hace de ronin-evangelista y productor, aunque la cinta parece financiada por un lobby de adventistas del séptimo día por lo menos.


El motivo central es El Libro, como lo llamaba Mahoma. El Libro escasea, fue prohibido, tuvo culpa en el Gran Desastre (?); no se menciona cómo, resulta algo inquietante. El Bueno lleva encima el último ejemplar y El Malo lo busca porque no tiene quien le escriba los discursos.
Ergo conflicto, se juega al gato y al ratón, ambos resultan heridos de muerte.

El Malo parece conseguir El Libro y El Bueno continua con La Chica su peregrinación solar hasta una legendaria fortaleza, Último Reducto del Órden (gente armada hasta los dientes y una biblioteca organizada por materias).

Desenlace sorpresa. El Malo no logra leer una línea de El Libro porque está escrito en braille, y muere. El Bueno se lo sabe de memorieta y, moribundo, consigue arrancarse con un dictado: canta incluso los números de capítulos y versículos, desde el Génesis. La cámara se aleja. El Libro será preservado, podrá llenarse el inmenso vacío que hay en la última biblioteca en pie, un hueco justo al lado de la Torá. El público ríe. Es un gran gag.

Es un insulto a mi sensibilidad semita, pero también yo me descojono.
No me disculparé por destripar el final porque lo que me hubiera gustado es abrirle la tapa de los sesos. No diré el título de semejante pecado contra la escritura de guiones.
Denzel Washington hace de El Feo.

Nota aparte merece otro apunte.
A saber, que El Libraco en braille tendría un volumen algo mayor que una guía telefónica.

La edición braille de Cien años de soledad representa una docena de libracos como el de la peli y se puede consultar en casi cualquier biblioteca de la Once (no así la Divina Comedia (?)).

El Libro de los Libros... háganse una idea y métansela en un macuto guapo.





lunes, 6 de septiembre de 2010

Principio de curso (II)

El curso presente será como el curso pasado. Solo que el presente nos lo tomaremos con la seriedad del futuro payaso.



El viaje, no les engañaré, será movido. No facilitaremos asidero alguno al que agarrarse.




No será fácil de seguir. No conducirá a ninguna parte. No se revelarán más que fragmentos de un completo desconocido. Mamá universo ruega que ordenen su cuarto.

Literatura será el alias de un pobre hombre. Algún mendigo cuya sucia palma implora limosna al desconocido; que gruñe una velada amenaza si vuelve de vacío y que calla, casi siempre, tornado presa del pánico.



A cada uno se le asignará un camello, un chulo, la derrota de una estrella y algún accesorio de cuero.

Literatura será el nombre de guerra de una puta, pegadizo y fútil como los créditos de una porno. Una tempestad menguada, el vestigio eléctrico que sólo perciben los ultrasensibles en la atmósfera, la pasión según sambenitos, el pánico silente de quien se mea encima frente al verdugo.



No aspiren a respuestas, no las olerán siquiera. Quizás algún día despierten envueltos por su perfume; un olor mitad tigre, mitad lunas de penitenciaría femenina.



Los rezagados escribirán mil veces leer al menos tres veces. Los aventajados se bastarán con una para que cunda, en silencio e imperceptible, como sangre sin memoria.
No reviste gravedad, dicen nuestros doctores: una hemorragia nasal, un vaso roto, nada más.