viernes, 23 de julio de 2010

Momentos estelares de la literatura (3)

Stanislaw Lem reseña Les Robinsonades de Marcel Coscat; la novela del polaco representa un estudio de la sociología de la soledad y de la cultura de masas en una isla deshabitada que al final de la narración está atestada. Su protagonista, Sergio N., es un lógico en estado puro que, tras un naufragio, renuncia a su nombre y adopta el de Robinson para afrontar su nueva existencia y crear su mundo a partir de cero. Para empezar, se granjea un fiel servidor, al que llama Glumm.
Cada mañana le esperan al pie de su cama sus zapatos lustrados con fibra de coco y su ropa planchada con una piedra calentada al sol:



Aun así, el señor suele despotricar un poco mientras desayuna y se viste, encarga una gaviota para la comida y para la cena, leche de coco, muy fresca.

Glumm, como corresponde a un buen mayordomo, escucha las órdenes, claro está, en un silencio lleno de respeto.




Stanislaw Lem, Doskonala Próznia (1971)

viernes, 9 de julio de 2010

Microautobiografía


Apuntaré alto en esta biografía que me sonsacan sin cagar sus pétalos mirando atrás. En adelante, viviré; luego tocará morir. Habré jugado mis papeles quizá, burlado, a lo mejor, mis papeles nunca.
Luego tocará quitarme de en medio (será lo último que haga), que baile el papel su solo.
Eso no me lo podrán quitar, sobre el papel.

jueves, 8 de julio de 2010

M7 Julio 2010: La Furia aprende a bailar




Un tipo inclasificable el señor.

Hoy sin ir más lejos, levanta de súbito los ojos de sus libros, se enfunda una camiseta, bebe cerveza barata (¡de lata!), come ganchitos y se añurga cantando el gol del leonino central.

No queda ahí la cosa.

Es cierto que acto seguido diserta con erudita demencia sobre el dichoso sólido platónico que remeda el esférico hilvanando perfectos hexágonos de cuero. En atropellada alocución cita (mal) el Harmentum latino, la Podosferikia helena, las brutales lidias con bola de sumerios y aztecas..., total, para concluir (mientras hace girar una bufanda sobre su cabeza) que la raíz de todo juego de pelota se hunde indefectiblemente en el infierno.

Mas cuando la figura geométrica favorita de Leibniz "se pasea por la portería sin encontrar rematador", o sencillamente "lame el poste", sucede que exclama: Uyyyyyyyyyyyyy.

En tamaño renuncio lo sorprendo a mi entrada en el salón; al instante quedo paralizado como un idiota sosteniendo el bol IKEA de acero repleto de palomitas (que el señor, pese a mi negativa, me obliga a denominar ora roscas, ora cotufas).

Al encontrarse nuestras miradas, en tono de excusa, trata de explicarme la mística de su comportamiento:

«Hoy soy el niño que fui. Es más. Hoy soy uno con muchos otros»

Sentencia.
Lo que yo entendí es que Hoy no hay señor. O lo que es más. Hoy no hay tu tía.