El señor participa en un extraño acto.
Lo hace en calidad de enfermo de literatura, es decir: como escritor de naderías y lector compulsivo.
Todo por advertir a la ciudadanía de los peligros de la letra impresa y recibir en la librería la reciente novela de Bruno Mesa, El hombre encuadernado (Paréntesis, 2009).
Y es mucho.
Nunca tiene suficiente; hasta yo pego a leer por tener de qué hablar.
Así pues, a todos los fabricantes de libros, benditos sean.
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