domingo, 27 de junio de 2010

Un microrrelato lumpen

A colación de una novela de Miguel Ángel Damas.


—Cuando yo lo vi de nuevo, haría tres semanas del sábado famoso que se lió a pegar tiros en la whisquería de Taco. Chiquito loco. Tú conoces al cocainómano de Tamaimo.

—El nota se vino enfilado pamí pa enseñarme el recorte periódico que se hacía eco de su aventura etílica. Lo llevaba doblaíto nuna cartera cuero. Bah la noticia eran dos líneas, había subrayado: Uno de los testigos del suceso aseguró a los agentes que “El tipo era guapo como un actor de serie B”.

—Claro imagínate, una puta estrella. Tama privaísimo; sa pegao toa la noche invitándome a nieve..., (estamos por el Norte, por si ap una raya relámpago).

—Si estábamos de putamadre hasta ahorita mismo, que el nota abre la ventanilla va y me pregunta: «¿Sabes usar una escopeta?».

—Pues le he dicho «Vamos a llamar al Mad a ver qué dice», y estoy hablando contigo.

—¿Tama?, aquí al laito.

—Si la estoy viendo yo.

—Ya.

—Ni que lo digas.
[...]
—¿Mad? —te pregunto.
[...]
Your credit is about to expire —me responde una voz.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Nota de un lector insidioso: los últimos trazos de final los encuentro algo confusos. Cuando uno de los personjes pregunta "¿Tama?", pierdo el hilo de la desventura.

Ya sé que es una observación un pòco impertinente. Pero para eso estamos.

Salud.
D.

Anónimo dijo...

y el lenguaje está pillado con pinzas de plástico, de las baratas: ¿nieve? ¿Qué supuesto kinki dice nieve? ¿Imagínate? ¿Qué supuesto kinki de aquí dice imagínate? Quizás deberías estar presente en alguna de ésas para después poder escribirlo

Óscar García García dijo...

La ruptura del hilo, más o menos intencionada, proviene de simular el sesgo del hilo telefónico. Se trata de un diálogo del que sólo se conoce lo dicho por uno de los interlocutores. El que está al otro lado ha preguntado (presumimos) dónde o cómo está Tamaimo en ese preciso instante.
Tama es apócope de Tamaimo.

El personaje habla exactamente como yo (sí..., lo sé), no está demasiado sobrio y mezcla expresiones de sus dos mundos con notas de color local.

Ya es estúpido comparar una ficción con nuestra experiencia bruta, pero cuestionar cómo habría de hablar un personaje del que no se sabe más que lo que él mismo dice es, con todo mi respeto, peor que estúpido.

Ese lector se estaría privando de uno de los mayores placeres de la lectura: ser e imaginar otros.

La palabra "nieve" (tan rancia), es para echarle más edad y acercarlo al umbral de la cincuentena. Debería hacer pensar en un "turista" del lumpen de los ochenta que hoy sale esporádicamente en el mismo plan.
Un desgarrado "de buena familia" (alguien que conoce el término "lumpen" y lo que es peor, lo usa en referencia a situaciones reales), gente que se metía a saco en ésas y ahora puede contarlo.

Gente que dice raya, porro, coca y a veces hasta "nieve", que se ha quitado de vainas, farlas, fafesnas, chícharos, yurtos y yoes, porque ya no tiene nada que demostrar ni padres a quienes ocultar sus trapiches con una jerga hermética.

No puede ser en absoluto un "kinki" (al menos no el pavo que a mí me sugiere esa expresión); imagínate, un "kinki" que todavía dice "nieve" (aunque sea de broma), lee el periódico, es fan de la serie B, va a whisquerías y lleva escopeta y ¿cartera de cuero?

No, ni siquiera su camello puede ser un "kinki".

Este no pretendía ser un relato costumbrista. Sólo una jovial e improvisada variación de algunos méritos de la novela de Miguel Ángel Damas (cuya lectura recomiendo a los aficionados al "género"), a la cual probablemente se le podrían imputar los mismos "defectos".

En este relato se huye tanto como se usa del tópico. La escritura no se me figura como el arte de contar lo que esperas escuchar del mismo modo que la lectura tampoco debiera ser el arte de escuchar exactamente lo que uno escribe.

No hay realidad más irreal que aquella que es incapaz de concebir otras realidades; esa que es tan "de aquí" que no logra trasladarse "hasta allí" adonde se le invita. Qué realidad es ésa.

Tama se hubiera partido el culo, porque vivía para la fama de jantros y todo el escándalo, y el bueno de Mad, paciente psiquiatra y teórico de la triangulización, únicamente lamenta que usara una "escopeta" en lugar de la hermosa ballesta que le fabricó una amiga escultura.

Pero amigo, la realidad también ha de hacer ciertas concesiones con la ficción para resultar legible.


Tardo una eternidad en agradecer y responder estos comentarios. No los había visto hasta hoy.
Prestaré más atención en adelante.
Gracias por la vuestra.