miércoles, 23 de marzo de 2011

Reandar lo andado, desescribir lo escrito


El último estilo se ha mostrado tan definitivo que viste necesario reescribir la novela desde el principio. 

Esto siempre parece fácil, pero, si puedes evitarlo, no lo hagas en casa. Por alguna razón Sísifo es el patrono de los escritores.

Estás extenuado, turbiamente confuso, delirante, hace un frío sofocante... No piensas con claridad. Ni siquiera sabes qué estás haciendo, proseguir así podría resultar perjudicial.

Te precipitas inexorablemente a una sima creativa.


Esto me recuerda...

¿Por qué será que cuantos se inician en la escritura son tan fetichistas de las palabras "extenuar" e "inexorable"?

Uhm, y de "inferir"..., y de "daguerrotipo"...

¿En qué "estriba" la cosa? ¿Se infiere algo de ello? La respuesta nos mira circunspecta desde el interior sepia de un antiguo daguerrotipo.

Parece decir: "Cuán purpúrea y marmórea se me antoja esta hora".

Pero en verdad quiere decir: (Se podría llenar un libro con lo que estás aprendiendo aquí esta noche, chaval).

A lo lejos, justo en la lejanía, provincia de lontananza, está el horizonte bajo la luna. Allá se "columbra" la universidad de Coimbra, donde tus pequeños "dirimirán" sus chirimoyas.


Fin de la cita.



Dijo ella levantándose de la mesa y despidiéndose de un portazo, amigo suyo.




Ahora que estamos solos, confiesa. Has aprendido la lección. Una tan valiosa que seguro eres capaz de reducirla a fórmula, trasladarla al latín y tatuártela al hombro:


El humor implica siempre dos cosas dispares: un mayor riesgo y una menor recompensa.



Con más énfasis, niñote, ya sabes lo mal que suenan los comparativos en latín; échale más marmoreidad.


...

¿El humor implica todos los riesgos y ninguna recompensa?


Gotcha!
Esos interrogantes aparentan ser signo de algún desesperado  ingenio. 

No te avergüences, es innato el ser ridículo en el ser humano.

Vamos a tomarnos algo, anda.

Mañana te echo una mano borrando el post.




1 comentario:

Bruno Mesa dijo...

Deliciosa, Óscar. A navajazos con la literatura y a puntapiés con la vida, como quería Swift.

Un abrazo