sábado, 19 de marzo de 2011

Yo hubiera o hubiese


El mayor enemigo de la literatura rápida son los si hubiera o hubiese.

La sospecha de que lo que estás escribiendo, de hacerlo con pausa, tiempo para más predeterminar o maquillarte la prosa, podría llegar a convertirse en un libro casi satisfactorio.

Tecleas con el telón de fondo de sombrías premoniciones; a veces, la logorrea de Henry Miller  quejándose de querer meter tanto en tan poco, en otra ocasión, el mono aquel de Monterroso.

Por otra parte, no hay nada más peligroso que el mono de lectura. Ahora te das cuenta de esa desgracia de ser más lector que escritor. Un bendito lector, capaz de tramar cualquier excusa para soltar el teclado y volver a agarrar un libro (una laguna en la documentación, el luctuoso deseo de hundir a un autor bajo la sátira de su estilo...).

No puedes hablar con nadie. Ni hablar de otra cosa. Eres una esponja permeable al influjo más etéreo: el chascarrillo del panadero entra como una brisa en el cuarto capítulo en boca de Sylvestre de Balboa, la queja de tu madre porque no la coges el teléfono se transfigura en un hexámetro de gloria póstuma que suspira un Iriarte, o, quizás, un Padorno; cada poro de tu piel es un negro plagiario alongado sobre su escritorio intentando cuadrar una frase. Y el tiempo, siempre el tiempo (echándosete encima como una beoda en un after),  ya no es el restallido del látigo de Indy, sino el del divino Marqués con la cara del Vizconde de Buen Paso.

La novela, en efecto, avanza a buen ritmo; un pelín más rezagada de lo previsto. 

Mas lo previsto es siempre sueño.

Te para en la calle un ocasional lector (nada menos) de tu blog. Te instruye en la correcta ortografía del Katovit©. 


No estás solo.

Una amiga te invita a visitar un nuevo rastrillo de libro de viejo. Para que te airees. Intentas resistir la tentación, tienes que escribir, no tienes un pavo, pero de inmediato accedes y vuelves a casa con veintisiete libros.

Sentado nuevamente, atacas uno, dos, cinco párrafos absolutamente mejorables. Evitas leer lo escrito porque conociendo tu ánimo eres muy capaz de arrancarte a corregir y sintetizar y quién sabe qué otra insensatez.

Resumiendo, esta noche pienso observar el sabbath. No me contentaré con quedarme mirando. Me serviré cuantos cubatas precise para borrar su cifra y entonces brindaré a tu salud con la mía, la copa bien alta, preguntándose: hubiera o hubiese qué.


1 comentario:

Maestro KewoSun dijo...

Genial, sinceramente yo no me hubiera o hubiese sonreído tanto con estas cosas del "coco"